Siempre he sabido en el fondo de mi corazón que quería ser escritor. Y definitivamente no lo decidí por mis propios miedos. Soy honesto conmigo mismo. No lo decidí porque pensé que me moriría de hambre como escritor en un país como el Perú. También porque me parecía muy ambicioso para un mortal como yo decir: "quiero ser escritor" , sin más argumento que mis ganas. Siempre había imaginado que eso era para "grandes pensadores". También porque mis dos hermanos mayores entraron al tercer intento a la Católica, y la verdad sentí que entrar ahí era muy tranca. Y la última, tal vez, la más indigna razón es que pese a que la amaba tanto no parecía "una gran carrera". Hoy tengo 33 años, y hace dos semanas dejé lo que estaba haciendo y, después de 17 años, llegué en combi a la puerta de la universidad Católica. ¿A averiguar qué?. Lo obvio. ¿Cómo hacer para estudiar literatura?.
Y hoy son otros miedos. Ya soy papá, estudió Administración para sacar el título y sólo me falta año y medio, trabajo en la empresa de mi familia y sigo vagando sin realmente explotar mi talento. Y pienso y pienso y repienso en la frase de Sergio Bambarém, el autor de El Delfín: “nunca dejes que tus miedos se interpongan en tus sueños”. Y sé que debo tomar una decisión.
